Castillo de pensamientos

Presenciando una de las noches más perfectas y sublime que he vivido en mi vida, en pleno invierno, frío, crudo y solitario, con un centero de estrellas brillantes adornando el cielo con sus resplandores tintiniantes, con una luna en ese instante, inexistente y oculta, con la arena húmeda bajo mies pies descalzos, y la mirada perdida en el lújubre horizonte, escucho el sonido de las débiles olas nocturnas, que me susurran al oido las mismas palabras que dicen las voces de mi cabeza, las palabras de mi verdad, la realidad de lo que pienso y los motivos por los cuales lo oculto. En ese momento solo quiero estar sola y guardar mis confidencias, y así poder pensarlas, analizarlas, vivirlas. Me siento en la arena, con las mirada vaga, a orillas del oscuro y denso mar de mis dudas, en las cuales me ahogo constantemente, en el océano de mis lágrimas, donde lloro desconsoladamente, siendo salvada así por la balza de mis recuerdos, que de vez en cuando es atacada por los piratas de mi imaginación, alimentados de mis peores momentos, y sacan a flote los dolorosos secretos que lleva mi pecho, justo al lado de mi corazón que al palpitar siente la presión y no me deja respirar, pensar, ni luchar, y así pues no me queda más alternativa que ser mártir de mis propias torturas, encerrandome en la cárcel que construyeron mis memorias, mis manos y mis letras.

Allí sentada junto al mar, nadando desesperadamente en mi cabeza, sintiendo la esperanza dentro de mi mirar llego a tierra firme y clavo mis ojos al cielo, respirando el aroma de la noche, que me embriaga y me seduce, para así poder olvidar, recordar, odiar y amar mis momentos, mis simples momentos, me sambullo en el firmamento, me detengo en cada estrella y busco en ellas las posibilidades que albergan, y bebo con los astros, floto en cada nebulosa y bailo con cada constelación, la música de las olas y las estrellas, haciendo brillar mi alma, olvidante en ese momento, y dejándome llevar, y adorarda por el universo, provocando los eternos celos de la pálida luna, que se oculta para así poder llorar sus hermosas lágrimas de perla; no deja que la consuelen, y me siento frágil, como las nubes. Y mientras yo bailo, la luna llora y me siento debil, pasa por mi mente tu mirada y mi cuerpo siente tu presencia, tu calor, y entonces veo el alba, el despertar del rey sol, el ocaso de mi ensueño, y así con la luz del amanecer, se ilumina mi alma, evporando mis charcos, secando mi mar de angustias, y así despierto, recupero el control y regresa la conciencia, que de noche me abandona, y se pierde en las infinitas calles de mi imaginación y me deja volar por el universo, y me deja ahogar en mis dudas, mis rencores y recuerdos, y me deja pensar en ti y en la posibilidad de que talves ese secreto guardado con llave entre mis costillas pueda ser revelado, provocando que mi boca se abra, pero mi inoportuna conciencia aparece en el justo momento, en el pronuncio de las palabras, y las hace mudas; mudas a tus oídos, ingenuas a tu corzón, y es cuando entiendo que la cordura es solo el acto más vil de hipocresia, que me frena de mis más primitivos impulsos; pero entonces tambien aparece el miedo, que me arrebata las ganas , las fuerzas de intentarlo de nuevo, y me quita la posibilidad de que mis labios te canten al oído una melodía para el alma, y así acaricie tu corazón para yo poder controlar en mi pensamiento. En cambio siento esa agonía, que oculto tras mi eterno disfraz, que funciona como mi defensa, mi muro de contención, y me aparta de la realidad haciendome vivir una utopia en mi cabeza, en gañando a mi corazón. Espero que un día te des cuenta, y como en los cuentos, me salves de las paredes del inmenso castillo de nubes y estrellas redeado de oscuridad que yo misma he construido y donde estoy encerrada.